Uso de dispersantes en derrames de petróleo
03 de diciembre de 2025
Luis Alberto Mérida Galindo

Resumen Ejecutivo
Este extenso documento de la Organización Marítima Internacional (OMI) establece las directrices técnicas de 2024 para el uso responsable y eficiente de dispersantes químicos en la mitigación de derrames petroleros. El texto abarca desde el fundamento químico y la historia de los dispersantes hasta los factores que determinan la efectividad, como la viscosidad del aceite y la crucial ventana de oportunidad temporal para la aplicación. Un componente central de estas pautas es la Evaluación del Beneficio Ambiental Neto (NEBA), un proceso obligatorio de toma de decisiones diseñado para comparar el impacto de la dispersión química contra el daño potencial del petróleo no tratado en zonas sensibles. Además de las consideraciones ambientales, el manual aborda a fondo las técnicas de aplicación, tanto aérea y superficial como la especializada inyección subacuática, junto con los requisitos logísticos y de salud y seguridad necesarios.
Introducción
Cuando pensamos en un derrame de petróleo, la imagen que suele venir a la mente es desoladora: aves marinas cubiertas de un lodo negro y pegajoso, playas idílicas manchadas de crudo y equipos de limpieza luchando contra una marea oscura. Es una imagen potente, pero que solo cuenta una parte de la historia. Detrás de las cámaras, en la primera línea de batalla contra estos desastres, se utiliza una herramienta tan crucial como controvertida: los dispersantes químicos.
Estos compuestos, diseñados para combatir el petróleo en mar abierto, están rodeados de mitos y malentendidos que a menudo se remontan a los inicios de su uso. Pero, ¿qué son realmente estos químicos? ¿Cómo funcionan y cuáles son los verdaderos dilemas ecológicos que plantean? Para desentrañar estas preguntas, hemos buceado en la fuente más autorizada: la guía oficial de 2024 de la Organización Marítima Internacional (OMI).
A continuación, desvelamos cinco verdades extraídas de este manual que probablemente desafiarán su percepción sobre cómo combatimos los desastres petroleros.
Primer Impacto: Los «dispersantes» originales eran peores que el petróleo
La percepción pública sobre los dispersantes quedó marcada a fuego por su primer uso a gran escala, tras el desastre del buque Torrey Canyon frente a las costas de Cornualles, Reino Unido, en 1967. Lo que la guía de la OMI revela es un hecho sorprendente: los productos utilizados en aquella operación no eran dispersantes diseñados para emergencias marinas. Eran, en realidad, agentes desengrasantes industriales, creados para limpiar los tanques de los petroleros.
Estos químicos de «primera generación» contenían una alta concentración de disolventes aromáticos y su aplicación incorrecta, a menudo directamente sobre la costa, fue catastrófica. La guía señala que se aplicaron unas 10.000 toneladas de estos productos químicos, provocando una mortalidad casi total de la vida intermareal. De hecho, la mayoría de los daños ecológicos observados no se debieron al petróleo en sí, sino a los propios productos químicos.
Este comienzo desastroso creó una imagen pública profundamente negativa que aún hoy perdura. Sin embargo, los dispersantes modernos de «tercera generación» son formulaciones completamente diferentes, con una toxicidad mucho menor. A pesar de ello, la sombra del Torrey Canyon sigue planeando sobre el debate actual.
El Verdadero Debate sobre la Toxicidad: ¿Dispersante o Petróleo?
Uno de los mitos más extendidos es que al usar dispersantes se está «añadiendo veneno al veneno». Sin embargo, la guía de la OMI es categórica al respecto: los dispersantes modernos aprobados son significativamente menos tóxicos que el propio petróleo crudo que tratan. El documento cita un consenso científico clave:
«Es comúnmente aceptado que los petróleos crudos recién derramados son mucho más tóxicos de forma aguda que los dispersantes modernos utilizados para tratarlos (NASEM, 2019)»
Entonces, ¿dónde está el verdadero dilema? La función del dispersante no es neutralizar la toxicidad del petróleo, sino cambiar su comportamiento físico. Al aplicarlo, el petróleo se descompone en millones de gotas diminutas que se mezclan en la columna de agua en lugar de permanecer como una mancha compacta en la superficie.
Este proceso aumenta temporalmente la «biodisponibilidad» del petróleo para los organismos que viven en el agua (como peces, larvas o plancton). En otras palabras, el petróleo dispersado es más accesible para la vida marina que la mancha en la superficie. Este es el verdadero debate: no se trata de añadir una sustancia más tóxica, sino de tomar una decisión estratégica: transferir deliberadamente el riesgo de un ecosistema, como la superficie y las costas, a otro, la columna de agua, para minimizar el daño global.
Un Cálculo de Riesgos: El Análisis de Beneficio Ambiental Neto (NEBA)
La decisión de usar o no dispersantes no se toma a la ligera. Los equipos de respuesta se basan en un proceso llamado «Análisis de Beneficio Ambiental Neto» (NEBA, por sus siglas en inglés). La guía de la OMI lo describe como la herramienta central para tomar la decisión correcta en el momento adecuado.
En términos sencillos, el NEBA es un proceso riguroso para «elegir el mal menor». No busca una solución que elimine el daño por completo, porque tal cosa no existe en un derrame masivo, sino transferir el impacto de un ecosistema a otro para minimizar el daño ecológico general. Este proceso se apoya en herramientas formales, como el análisis SIMA (Spill Impact Mitigation Assessment), que permite ponderar de manera sistemática los impactos en diferentes ecosistemas, recursos socioeconómicos y valores culturales.
El dilema principal que el NEBA debe resolver es una compensación : ¿es mejor proteger los recursos de la superficie a costa de los del fondo? Usar dispersantes ayuda a proteger a las aves marinas, los mamíferos y los hábitats costeros de la mancha de petróleo superficial. Sin embargo, esto se hace a costa de aumentar temporalmente la concentración de petróleo en la columna de agua, lo que puede afectar a los peces, sus huevos y los organismos que viven en el lecho marino.
Este análisis debe considerar docenas de factores: la estación del año, la presencia de pesquerías, la sensibilidad de los hábitats cercanos o la dirección de las corrientes. Por eso, no hay una respuesta única. El uso de dispersantes es siempre una decisión estratégica, compleja y específica para cada derrame, nunca una solución mágica.
Misión Submarina: Inyectando la solución a 1.500 metros de profundidad
Contrario a la imagen de aviones rociando la superficie, los dispersantes pueden ser inyectados directamente en la fuente de un derrame a grandes profundidades. Esta técnica se utilizó masivamente durante el desastre de la plataforma Deepwater Horizon en el Golfo de México en 2010, a casi 1.500 metros bajo el mar.
Uno de los objetivos clave de esta aplicación submarina, además de dispersar el crudo antes de que alcanzara la superficie, era reducir la cantidad de compuestos orgánicos volátiles (COV) tóxicos que emanaban del derrame. Esto fue crucial para proteger la salud y la seguridad de los miles de trabajadores que operaban en la zona cero, permitiéndoles continuar con las operaciones de control de la fuente sin exponerse a una atmósfera peligrosa.
Frontera Helada: El sorprendente uso de dispersantes en el Ártico
Se podría pensar que las bajas temperaturas y el hielo harían inútiles a los dispersantes, pero la realidad es otra. La investigación ha demostrado que pueden ser eficaces en aguas heladas. De hecho, la guía de la OMI revela que la presencia de hielo puede ralentizar el «envejecimiento» del petróleo (su proceso de degradación natural que lo hace más viscoso), lo que en la práctica amplía la «ventana de oportunidad» para usar los químicos.
Aún más fascinante es el detalle de que la propia acción de molienda de los trozos de hielo flotante puede proporcionar la energía de mezcla necesaria para que el dispersante actúe sobre el petróleo, sustituyendo la función que normalmente cumplen las olas. Esto convierte a los dispersantes en una herramienta viable incluso en uno de los entornos más extremos y desafiantes del planeta.
Conclusión: Una Herramienta Imperfecta en un Mundo Complejo
La lucha contra los derrames de petróleo es una ciencia de compensaciones, un campo donde las soluciones «perfectas» simplemente no existen. Como revela la guía de la Organización Marítima Internacional, los dispersantes son una herramienta poderosa pero inherentemente imperfecta. Su uso no es una decisión fácil, sino el resultado de un cálculo ecológico complejo que sopesa qué ecosistemas y especies priorizar. Lejos de ser un veneno indiscriminado, son un bisturí estratégico en manos de expertos que deben tomar decisiones difíciles en tiempo récord.
Esto nos deja con una pregunta final que todos deberíamos considerar. Sabiendo que cada opción de respuesta tiene un costo ecológico, ¿qué estaríamos dispuestos a sacrificar para salvar qué?

Haga click sobre la imagen abajo para leer la guia para el uso de dispersantes de la OMI







